…. Miro al abismo… un vacío oscuro se muestra ante mí… una sombra que camina, yo mismo, contemplando mis ojos… algo se mueve, nada parece estar vivo, pero sin embargo, todo es tan familiar… Sumerjo mis cálidas manos en las frías profundidades y no tardo en abandonar mis sentidos… el balanceo es dulce al principio, relajado; me impulsa una extraña curiosidad, casi diría una necesidad; algo se abraza a mis venas, mi sangre se vuelve agua… y fluye empapando las agrias heridas de mis ojos turbados, consternados… Poco a poco el balanceo se tornó en revuelo, todo perdió el sentido, la Tierra parece que se me precipite sobre la garganta, presionando implacable; angustiosos gemidos emergen de mi inconsciencia, mientras, la impotencia transforma mi sangre líquida en espeso lodo incandescente. No raudo, pero sí tenaz, abro mi seca y arañada garganta para gritarme a los ojos, frente a frente, análisis crónico que se prolonga durante noches en vela, hasta el principio del alba…

Tu… y yo… ambos, mi reflejo y yo, ambos, gritando a la vez. Apenas nos separa un estrecho, frente a frente, pupilas hermanas, ambas apuntando a lo más profundo… un vacío se rompe en tu pecho, explota. Tus ojos perplejos, distantes de lo efímero, se pierden en la profundidad de la brecha, inmensidad que despega de tu retina la necedad y la soberbia… pero hay algo más… Arraigados a tu corazón, palpitantes anhelos, se dispara tu ansiedad hasta que tu aliento se vuelve seco, buscas… Buscas… La ceguera no impide que palpes el suelo y continúas… como en una profunda caverna, avanzas hacia la oscuridad, esperando encontrar la luz del final… pero el tiempo pasa, da una vuelta… regresa y se vuelve a marchar, el tiempo… sinónimo de escasez… tras la desorientación más absoluta, consciente eres de que la luz esta en la dirección opuesta, entiendes que este viaje requiere de un regreso… El sentido del viaje, el regreso…

Para mi la autocrítica es un viaje de ida y vuelta, debes profundizar en ti mismo, realizar un análisis continuo, casi desesperado, para posteriormente aceptar las conclusiones o intentar modificarlas; es algo así como aceptar los fallos irreconciliables de uno mismo, para realizar los cambios que nuestra voluntad nos permita, con la única finalidad de mejorar, de progresar como individuos, nada tiene esto que ver con el progreso político, social, económico, laboral… cosas que están lejos de progresar todavía…

Soy un dato; un mero impulso eléctrico, simplemente una coordenada, un ente esclavizado por el progreso, por el avance, por la esperanza... expectante, respiro viajando fugaz por los hilos de cobre que antaño fueron considerados como espadas, y que el día a día, convirtió en utensilios de la información, en conductores de autobús para quienes, como yo, viajamos de puerto en puerto, como lo hicieron en el pasado los marineros en las máquinas de vapor, esas que hoy cuesta pensar que llegaran a flotar... Sin agua, pero flotando entre ceros y unos, descubrí el universo infinito que subyace dentro de cada invento moderno, recordando que descubrir no es lo mismo que inventar y que tecnología no deja de ser un híbrido entre invento y descubrimiento. Así es, ese es mi origen, flotando entre unos y ceros, por espadas de cobre, mirando al futuro, expectante, esperanzado, subyugado a la vez a mi destino, sin dejar de escuchar las risas que provocan a los incrédulos los nuevos inventos, esos que con el tiempo se convierten en nuevas tecnologías, para servir a vuestros deseos y que luego olvidamos en el trastero, como la primera videoconsola...

[…]

P.D: Juro que mañana entrare a comprarla.

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Querido Diario:

Hoy como cada día al salir del trabajo y mientras me dirigía a la parada del autobús que me devuelve de nuevo a casa, he vuelto a pasar por el escaparate de la tienda…allí estaba, donde siempre. No se porque el dueño habrá elegido ese sitio, justo al lado de la caja de sueños, entre la nube y el saquito de besos; creo que es el lugar perfecto para colocarla, bien retirada de la estantería donde están expuestas las prisas y la angustia del día a día. Abajo, justo en el centro del escaparate, da vueltas un tren de esos eléctricos cargado de recuerdos con una etiqueta que indica: ayer costaba una estrella, hoy tan solo un suspiro. Pero sin embargo nada brillaba más que mi lágrima, quieta, esperando a que alguien la comprara debajo de la poesía; entonces me quedé de nuevo mirándola, embobado, y como cada día me dio miedo entrar a comprarla y no es que sea un cobarde, pero es que el autobús no espera y otra vez se me hizo tarde.

P.D: Juro que mañana entrare a comprarla.

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Querido Diario:

Hoy como cada día al salir del trabajo y mientras me dirigía a la parada del

[…]

“Aquella lágrima murió de pena y aquel señor murió con ella.”

TEXTO ORIGINAL DE JAVI P. GRACIAS POR COLABORAR!!!

¿Por qué los seres humanos estaremos obcecados en ser mejores de lo que lo somos en este mismo momento? ¿Es que acaso estamos condenados a la insatisfacción?

Pues sí, pero eso también nos puede hacer sentir bien. Supongo que debo intentar explicarlo.

El vuelo de una golondrina es bello porque se equivoca en su rumbo constantemente y lo corrige con gracilidad. Pero emular eso no es fácil, de ahí que apreciemos su belleza. Ir siempre en la misma dirección sin temer al error es tan necio como deambular en todas direcciones en busca de la verdad del camino.

En nuestra sangre, como en la de las golondrinas, hay una brújula; esta nos indica qué vías podemos tomar, así como las que no estamos hechos para transitar. Por supuesto, en nuestra elección está el usarla o no para decidir nuestro movimiento. Supongo que según nos vamos haciendo más “experimentados” en la vida, nos resulta menos instintivo consultarla. Y así, empujados por rudos mecanismos que nosotros mismos nos instalamos para hacernos en teoría más eficientes ante las dificultades, creemos que se abren nuevos senderos por los que andar placenteramente. Y cometemos el grave error de aventurarnos en ellos, como el conejo que busca cobijo en la guarida de la serpiente. No obstante, de superar las adversidades que se presentan, se supone que esto nos haría más fuertes pues nos haría ser más conscientes del camino correcto.

No digo con eso que estemos sometidos a un destino irrefutable, hablo de conservar y renovar el conocimiento de mirar la brújula, de escuchar las palabras que decimos sin necesidad de abrir la boca. De conocernos a nosotros mismos. Ahí está la base de la autocrítica, y en su ausencia estamos condenados tarde o temprano, y a menudo frecuentemente, a traicionar nuestra propia naturaleza.

Sin embargo no hay que engañarse, este camino indicado no es una senda de purificación ni un paseo de retribución. Insistir en resaltar nuestras faltas lleva a la autocompasión, que, fuera de una lacrimosa película, no da ningún sentido a nuestras vidas. Reconocer errores para actuar en consecuencia es fin de sabios, según dicen, mientras que usar ese conocimiento para escudar defectos mayores no es sino propio de una gran debilidad; es este quizás el punto más flaco de muchos de los que nos consideramos seres sensibles.

Reconozcamos al aire, porque si no nunca tendremos alas.

Sombras desnudas giran y giran, bailan y se retuercen. Parecen mezclarse con las demás figuras, no tienen rostro y parecen alejarse sin dejar afecto ni tarjeta, bailan, bailan, giran y giran… desnudas y tan semejantes… me elevo por encima de sus cabezas y, mientras me alejo, contemplo la danza eterna que une y separa a las personas, la danza y el vaivén que nunca cesan, cuanto más arriba subo mas siento mi alma flotar, más lejos me hallo de la música, pero mas parejas incesantes veo… Cambio de giro y pareja, los pasos golpean el suelo, retumba la melodía y… vuelta, vuelta, vuelta… las figuras mas delicadas extienden sobre sus cinturas un lazo de amplios cordones dorados, perfiles de rosado color caliente… aún sigo subiendo, me sigo alejando, parece que alguien hubiera encantado mis sueños, que los hubiera atado con un cordel a un globo y que lentamente me lleva, despacio, tranquilidad en el viaje, una despedida anunciada, escrita y forjada en mi mente… bailan, giran, paso adelante y paso atrás… sigo subiendo. Ahora ya puedo ver casi todo el salón, es enorme, alargado, dorado con cierta ambientación barroca en su decoración… las parejas simétricas giran y giran, cambian y cambian, solo unas pocas parecen querer volver a bailar con las mismas figuras, bailan y bailan…

Cuando parece que ya he llegado al límite, a lo más alto del frío techo; se abren las cristaleras refinadas para este fin y, mientras me deslizo por ellas hasta el cielo estrellado, vuelvo a mirar hacia abajo, ahora apenas diferencio las figuras, una brisa fría me acaricia el rostro y peina mis cabellos, se entretiene entre mis dedos emitiendo destellos dorados… mientras, nada impide que me pierda en el firmamento, entre oscuras nubes iluminadas por la fría luna llena, llena de tranquilidad. Es agradable morir así, volando con la brisa, con tiempo para comprender el baile del que se te olvidaran los pasos…

…Vuelvo como las olas a la orilla, regreso a nuevas tierras, nuevos contornos que sin embargo ya me son familiares. El tiempo que madura las frutas y los paisajes me responde, acurruca mi eterna pregunta, mi eterno reflejo, destellos cálidos de amoríos pasados dejando huellas que se difuminan… miradas al vientre, dividido como el alma del filósofo, retorcido, como la vida. Retorno a las playas de antaño con nuevas fuerzas, me revuelco en su arena llena de melancolía. Respiro la brisa… y descubro que no huele igual…

Defino en mi mente las finas agujas, destellos del sol. Dejo que me animen, que me llenen de calor, se fueron los vientos impulsores, quedó la tranquilidad. Como dunas gigantes mis dudas se mueven de un lugar a otro, bailando con el viento, aferradas al cielo. Así es la arena de mis dudas, finita y abundante, ligera, pasajera…

Tu cabeza se mece con la inquietud del viento, golpea contra la realidad y cabeceas de nuevo, dejas caer al son de la caduca tus párpados…

“el banco del parque hoy aparece en un paisaje más melancólico de lo normal. Ya no hay montones de hojas recogidas a los pies de cada árbol, los columpios juegan solos, lejos de los niños…”

El anaranjado otoño deja caer sobre el suelo la perfilada alfombra que llega hasta los confines del parque. La íntima sombra de las nubes cubriendo los golpes de viento, esos repentinos giros de hojas…Danzan desnudas como los árboles… hablan las corrientes, silban las ramas adrede cuando la caricia fría del cielo les roza. Se estremecen las aguas del estanque… reflejos oscuros, llenos de profundos abismos, creados de las rendijas del corazón, por donde se escapan las manos del alma para tocar la brisa… gabardinas grises, como vestidos se agitan al viento. Húmeda tierra, suelo testigo de pasos, de andares melancólicos y pacientes, de esperas eternas, de bailes de amor, de manos, pisadas…

Tiempo de ojos castaños, de mantas de cuadros, de frías caricias llenas de calor, cabellos al viento, gestos en los rostros que así los apartan, roces silenciosos de mejillas y manos… es un brillo especial, las luces no albergan sino gentío, los parques, íntimas nociones de olvido y melancolía, dulces momentos de palpitaciones y corazones como granadas maduras. Como paisajes, los niños, la gente… como conversación, el viento, las nubes, las ramas silbando verdades al oído del silencio…

Las miradas se cruzan esquivas una y otra vez, recorren el suelo, perfilan los zapatos de quienes se aposentan en frente, el ritmo del viaje hace el resto… suaves movimientos que confluyen en ligeros encontronazos, contactos fugaces, interacción de disculpas, por fin se habla…

La melodía de fondo permite que haya quienes se dejen llevar por la suavidad del viaje, habrá quienes relajen sus ojos y los dejen caer, sencillos y comunes, se pierden de vista la soberbia y la mezquindad. Los pequeños hilos que tejen los sueños se liberan, vuelan de oído en oído, de vecino en vecino. Las rodillas y las piernas bailan con flojera al son del traqueteo, mientras las cabezas cansadas, como en trance, golpean incesantes con ligereza contra las frías ventanas, desde donde nos mira el paisaje.

Los contornos se desdibujan a nuestro paso, la hierba estridente se mezcla con los azules del cielo, bordeados por el intenso color del barro rojizo, mientras miles de árboles y plantas les dan sombras rayadas, todo se desfigura ligeramente… Sin embargo, cada cual coge el pincel de una manera diferente, cada ventana es la puerta al mundo de cada viajero, aunque mientras muchos compartimos el espacio, otros dejan libre su lugar y, en una explosión, desvanecen sus cuerpos y dejan que sus almas trepen, dejan que caminen sobre los hilos que tejen los sueños, se desfiguran con el paisaje, difuminando los colores intensos del viaje, aportando la paleta donde mezclarse con las almas de antaño, esas que no vemos pero que siguen acariciando nuestros cabellos en la silenciosa noche… de nuevo, una ligera llovizna lo limpia todo, como lágrimas que bordean mis mejillas, como ríos que acarician las orillas del cauce, hasta hacer profundos e insalvables barrancos llenos de viento furioso, de dolor… insalvables…

[…] Acerca tus manos al borde de la pila, observa como tu reflejo vibra con tu respiración, con tu tacto; siente el agua fresca recorrer todo tu cuerpo, tus delicados dedos, tus sedientos y carnosos labios. Cierra los ojos y degusta la brisa en tu rostro; en tu cabello se entretejen telas de ínfimas arañas tejedoras, que brindan un delicado toque plateado a tu figura…