[...]Por una vez en toda la mañana, como una tregua de alivio infinito, el día parecía conceder la tranquilidad de la respiración pausada. La quietud, inexistente en el mundo, se presentaba como un fantasma exteriorizado desde lo más íntimo del alma, mientras desde la misma profundidad afloraba una mirada seria, en calma, tan llena de resignación y latente rabia como un rojo amanecer en el infierno. La necesidad de crecer, el impulso normal y el devenir de las cosas le han llevado a estar sentado frente al mismo pecado de siempre, aguardando con premeditación una vez más...
El ruidoso andén pareció conmoverse y bailar entre las mismas alucinaciones que manaban como recuerdos a su alrededor, en el mismo lugar donde antaño abandonó una vida para tomar otra. Entre las mismas baldosas gastadas de la estación marcadas por los pasos, los de los viajeros, los de los amantes, los de los que huyen... los del tiempo implacable.
Perdidas las ilusiones que, por suerte, caben en un instante del mundo real, el cabizbajo y entrañable disfraz de profesor que lo cubría hizo del hombre un personaje espléndido, desenvuelto entre la gente y amable. En cuanto llegó el tren subió lentamente, esperando distraído la regañina del encargado de estación quien, de hecho, así hizo: -"¡buen hombre, haga el favor de darse prisa, ¿no querrá que el tren parta sin usted, no?"- Agitó los brazos para indicar que no quedaba nadie en el andén...
Apresurado como un día invernal llegó el profesor a su compartimento. Torpe y amable, tal y como exigía el papel, distraído y servicial... tan inofensivo y vulnerable que los matones de la puerta contigua se reían abiertamente de él a causa de sus torpezas...
Una leve caída, un tonto traspiés frente a la puerta elegida y un maletín lleno de documentos. Aparatoso litigio entre aspavientos de manos y empujones, de papeles revoloteando como tocados por la magia, caen y se cuelan por todos lados, pero también suben impulsados por el aire que llena la estancia hasta que se cierran las puertas. Y entre todo el revuelo que genera el disfraz y el personaje, el autor aguarda atento y calculador entre pensamientos fugaces:-"Vamos a ver, echemos un vistazo al asunto... dos en la puerta y tres más dentro contando al "Gordinflón"... - El profesor se disculpa como puede entre las palabras malsonantes que le dedican los matones, la mayoría ni siquiera las llega a entender, algún golpe le ha caído y sonroja su cara, es el momento de retirarse acobardado, pero en su cabeza la máquina ha puesto el cronómetro: -"son las once y diez de la mañana, espero que hayas desayunado bien, amigo, porque no vas a llegar al almuerzo..." |
