Tu cabeza se mece con la inquietud del viento, golpea contra la realidad y cabeceas de nuevo, dejas caer al son de la caduca tus párpados…

“el banco del parque hoy aparece en un paisaje más melancólico de lo normal. Ya no hay montones de hojas recogidas a los pies de cada árbol, los columpios juegan solos, lejos de los niños…”

El anaranjado otoño deja caer sobre el suelo la perfilada alfombra que llega hasta los confines del parque. La íntima sombra de las nubes cubriendo los golpes de viento, esos repentinos giros de hojas…Danzan desnudas como los árboles… hablan las corrientes, silban las ramas adrede cuando la caricia fría del cielo les roza. Se estremecen las aguas del estanque… reflejos oscuros, llenos de profundos abismos, creados de las rendijas del corazón, por donde se escapan las manos del alma para tocar la brisa… gabardinas grises, como vestidos se agitan al viento. Húmeda tierra, suelo testigo de pasos, de andares melancólicos y pacientes, de esperas eternas, de bailes de amor, de manos, pisadas…

Tiempo de ojos castaños, de mantas de cuadros, de frías caricias llenas de calor, cabellos al viento, gestos en los rostros que así los apartan, roces silenciosos de mejillas y manos… es un brillo especial, las luces no albergan sino gentío, los parques, íntimas nociones de olvido y melancolía, dulces momentos de palpitaciones y corazones como granadas maduras. Como paisajes, los niños, la gente… como conversación, el viento, las nubes, las ramas silbando verdades al oído del silencio…