20/8/11 |
Crónicas de un sicario CapII (25) El regreso del inspector
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Todos los días comienzan y terminan, como las páginas de un libro viejo. Se desvelan al transcurrir la vista sobre las letras como el sol sobre la tierra, marcando los tiempos y los acentos, el devenir del mundo...
Las páginas se ennegrecen como el amanecer nublado, la brisa revoltosa arrastra pequeños jirones de las nubes más bajas, húmedos y grises, enfermos como la ciudad que rezuma odio y miedo. Veloces y en constante persecución los pájaros se dibujan negros y apenas se ven volando sobre los tejados, sin embargo, los graznidos no cesan en el torreón de la iglesia, alborotados, eternos en el eco.
Desde abajo resaltan las aves, encendidas a ratos por destellos intermitentes que descubren los huecos en la niebla, iluminando la pálida roca del torreón: Tres coches de la policía local cortan la calle, abajo del todo, en el valle que separa el cielo del infierno, donde la llovizna cae como la ceniza de un volcán enfadado pero exhausto...
Siguiendo la carretera, en otra calle, apenas a unas manzanas de la iglesia, un resplandor parecido golpea las nubes... Empujados por la inevitable curiosidad, los vecinos rodean el perímetro que custodian varios agentes armados, grises como los días que corren, peligrosos, grotescos en su papel de estatuas. Un coche oscuro con casi todos los cristales rotos, pero por lo demás intacto y reluciente, es el centro de las pesquisas. Como en un evento de la alta sociedad, los flashes estallan alrededor por orden de los fotógrafos mientras agentes de paisano, todos ellos detectives, toman nota cuidadosamente a los curiosos con la esperanza de sacar algo en claro...
Mills está al cargo de la situación y no parece suponerle ningún problema dirigir a los hombres, habla con determinación y da las órdenes justas. Se encuentra en el centro del perímetro, al lado del coche, aún no ha mirado dentro y se acerca para investigar:-"hay tantos de estos ajustes de cuentas hoy como nunca hubo" - levanta la vista y enfoca su mirada hacia la baliza que ondea en el mar de personas, suspirando dice: "la gente no parece cansarse.."- y piensa para sí:-"en cuanto se va el sol, o el día es muy oscuro, nadie sale a tontear a la calle..."- gruñe de rabia, se aleja del coche y busca un teléfono para hablar con la comisaría...
...Cuando el teléfono de la oficina suena tan temprano no es buena señal. El primer día después de su recuperación y la mesa está cubierta por torres de papeles, ordenados en montones, alineados; todo aquello que antes de irse había dejado sin saber cómo en el despacho, no estaba. El teléfono sonaba pero no lograba averiguar dónde. De pronto, una voz femenina escondida detrás de la mesa amurallada de informes responde...-"dígame... vamos a ver Mills, tengo a los forenses en la iglesia, no te los puedo mandar allí aún, en cuanto terminen con el pastor les doy prioridad a tus dos matones..."-La voz desprende amabilidad y fuerza de mando y, de hecho, cuelga con cierto enojo entre murmullos y soplidos.
Las migas del mantel son los pueblos sobre el mapa, irregulares y deformes las manchas de sangre sobre la tierra y la luna, llena de cortes como su cara pálida, hermosa y joven, plena de vida pero marcada por algún suceso implacable; señala con chinchetas los lugares de los crímenes más parecidos, mientras devora un pequeño bocadillo vegetal sin percatarse de la presencia del inspector, que mirándola atónito guarda silencio...
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posteado por david @ 17:08
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1/7/11 |
Crónicas de un sicario Cap II (24). La muerte del pederasta
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El frío asfalto, aunque derrotado por la velocidad, parece intentar atrapar las ruedas, detenerlo antes de llegar. El acelerador hundido confirma la batalla espacio tiempo y el delicioso ruido del motor la respuesta, pasajero del viento y su estela que se pierde entre los pensamientos envenenados de una sombra fugaz intentando volar sin éxito en busca de la muerte...
Llegar rugiendo como un demonio no le va, así que aminora la marcha, se detiene en un lugar cercano y discreto entre dos camionetas de carga que ocultan su coche y aguarda un instante, comprueba el arma y sale despacio. Uno no puede ser distinto de sí mismo y menos cubierto de sudor frío y sujeto por el sentido común... sin embargo, empujado por el odio al siniestro pastor y arrastrándose como las ratas sin nombre en un hotel de mala muerte, consigue colarse en la iglesia por una de las ventanuchas angostas de la parte de atrás. Rompe con cuidado el cristal, con tan mala suerte que se raja el pantalón al pasar. A hurtadillas, mareado y torpe, se aproxima a una puerta desde la que contempla ensimismado, delirando y tembloroso, el pasaje final de un drama provocado por el asqueroso pastor sin escrúpulos:
...La bala rompe el pecho del cura y el corazón atraviesa su espalda, volando deforme y fugaz como un rayo choca contra la inmensa cruz de mármol negro que preside el altar. Austera y triste como el mundo presente y sus ideas, firme, estandarte y señal de la frialdad del nuevo dios inventado y tan soberbia como el alma de los hombres que lo habitan y se consumen por ella. El disparo resuena en la bóveda, profunda como el origen del miedo se llena con los golpes del eco que conforman un apocalíptico réquiem, haciendo cantar tímidamente la pulida campana dorada. Unas sombras con alas se agitan enloquecidas por la nave central y las velas tintinean silenciosas en un baile tan hermoso como breve. Completa los vacíos del tambor con la munición que saca del bolsillo mientras camina lentamente sobre el charco de sangre que ha dejado el pastor, llevado por la tremenda fuerza del impacto el muerto ha caído boca arriba sobre el altar.
Los pasos sobre el charco, firmes como la voluntad del homicida, le conducen al altar granate y oscuro. Tan sólo un tenue resplandor mortecino proveniente de las vidrieras daba vida a la escena, observando desde el mismo sitio, los ojos de los nuevos santos beatos y gozosos parecían aplaudir en vez de rezar. Padre de la víctima y tan loco por amor paterno que no esperó a que la gota colmara el vaso, ni a la mueca tardía de la justicia que nunca llega... tan sobrio que se conformaba lloroso con la premeditada venganza...
Aunque confuso:- "No conviene quedarse más, visto lo visto, lo mejor es desaparecer y buscar un nuevo escondite, al menos hasta que empiece a encontrarme mejor" ... Resopla y entorna suavemente la puerta.
No aguardará a que se vaya el hombre armado para poder salir por la puerta, que ahora llora de rodillas frente al altar repitiendo frases horribles sobre los crímenes del pastor y el suyo propio. Una vez más tendrá que pasar por la angosta ventana... Ya en la calle, observa escondido el movimiento de la gente que ha oído los disparos y que se acerca a la iglesia:- "Menos mal que no esperé a que el viejo dejara de llorar... - pensaba con cierto alivio:- "Para esto me había llamado el idiota, estaba cagado de miedo... mal nacido, cuentale a tu dios tus inmundas fechorías, a los niños, a ver si él no hace lo mismo, alma desgarrada y condenada te ha puesto fin y el mundo sonríe un poco más, gracias a su sacrificio... pobre hombre..." |
posteado por david @ 4:18
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13/3/11 |
Crónicas de un Sicario. Cap II (23)
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[...]Arden las almas inocentes en el mundo de los hombres, como en el infierno bíblico, se deshacen en sufrimiento y los demonios bailan, ríen y cantan. Celebran con grandes copas la masacre industrializada de ideas y voluntades, más dañino para sí mismo y su especie que cualquier enemigo, incluso de los que aún estén por llegar. La humanidad no existe, existe su resignación, el famoso apocalipsis comenzó hace tiempo... ¿cuánto perdurará el escalofriante auspicio de oscuridad?. El invisible lago de llamas lo consume todo, roca incandescente, rabia y pecado, odio desconsolado, las grietas de la tierra no son nada comparadas con las que se forjan en el interior del alma. Heridos los inocentes, muertos los héroes, abandonados los abandonados. Solitarias son las noches entre la gente, la pureza del aire tan sólo es una metáfora sobre lo que antes era vivir y el instinto depredador aflora, salvaje, convirtiendo las luces lejanas en antorchas furiosas que encienden el cielo anaranjado, ahora nublado y tenebroso.
"...El pastor merece morir, no debió llamar, ese número no lo sacó de la nada... ¿quién consiguió para él mi número?... y se permitió el lujo de exigirme... no me ensuciaré las manos por ese enfermo. No sé por qué Franck le dio el dinero a él para pagarme, pero si tiene algo que ver con la mierda en la que me quiere meter este demonio... sabrá que yo elijo mis contratos tanto como mis objetivos..."- Refunfuñaba en voz alta, febril y torpe mientras recogía a toda prisa sus cosas de la casa.
Tan sólo un par de maletas viejas de plástico negro, sucias, y un baúl que apenas le había dado tiempo a vaciar. Hay que moverse constantemente pero sin levantar sospechas. Colocó el equipaje en la entrada, justo enfrente de la escalera, abrió las cortinas delicadamente. Si hubiera encendido la luz en su momento, al llegar a casa, los matones del coche aparcado delante, podrían haberle visto recoger sus cosas. -"...Mierda, ¿quieren joderme?... me he descuidado demasiado.-Respira profundamente- "Hora de cambiar el ritmo de la historia..."- cierra el baúl con el pie pues tiene las manos ocupadas comprobando su vieja Phyton, el tambor suena como el segundero de un reloj. El ruido seco al cerrarse contra el cuerpo de la pistola indica el comienzo.
Abre la puerta con naturalidad, sale despacio hasta llegar al coche y como si no se diera cuenta de nada se sube, lo pone en marcha y avanza varios cientos de metros hasta que los matones comienzan a seguirlo. Es de noche, la calle está demasiado apartada para que haya tráfico. De pronto, apaga las luces, gira bruscamente en un cruce y los pierde de vista por un momento, el suficiente para parar en un lado de la calle apresuradamente y bajarse del coche. Camina rápido por la acera, parece correr más deprisa con cada pestañeo, oculto en la oscuridad de un portal aguarda. Justo en la esquina, el coche de los matones con ellos dentro, desorientados y mirando a todas partes. Entonces uno de ellos ve el coche aparcado en la boca de un callejón cercano. Salen disparados hasta ponerse a su altura... -"Aficionados..."- La calle es ancha, pero la cruza por detrás del coche, en cuanto pasan. Desenfunda desde casi tres metros de distancia y dispara a través de la ventanilla del conductor apuntando fríamente, las balas revientan contra el cristal y sus cuerpos, aunque uno de ellos tira desesperado, falla y cae como su compañero. No lo esperaban... Vuelve a llegar la hora de desaparecer, la prisa es fundamental ahora y regresa a casa con el coche. Mete el equipaje en el maletero y sale en dirección opuesta al tiroteo... No se escuchan sirenas, ni nada... nadie sale, nadie quiere saber... |
posteado por david @ 7:33
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9/3/11 |
Crónicas de un sicario Cap.II (22)
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[...]Revolviéndose por la noche entre callejones y plazas, los fugitivos y las sombras furtivas, los asesinos y pistoleros, campan a sus anchas por la ciudad, siniestra y apagada como la noche. los disparos enredados en la ropa y la carne llenaban de estruendos por todas partes Pitlane. Suenan distinta la piedra y la vida cuando chocan con una bala y el inspector despojado lo sabe bien...
La mañana fresca y luminosa una vez más trae la calma, el despertar entre bostezos y brazos y piernas que se estiran, las tareas del día, la rutina... también los sueños borrados de la memoria. El ventanal a medio abrir acerca la vitalidad de nubes vigorosas y blancas que llena el cielo y la pálida luz deslumbra en la habitación del hospital, el único de la ciudad. Muchos días han pasado desde que entró por esa puerta, medio muerto y ensangrentado, ahora reposa tranquilo de sus heridas, recuperando fuerzas.
El camisón ridículo y escaso de tela que llevan todos los internos le queda especialmente mal, el joven inspector no es precisamente corpulento y sus piernas y brazos delgados le dan un aire aún más cómico. las aberturas del camisón dejan al descubierto terribles cicatrices circulares a la altura del muslo, huellas de balas furiosas impactando contra un engranaje del sistema legal. En otro tiempo enseñaron al policía novato que la ley de los hombres tan sólo es un pacto entre hombres ...
La estancia en un hotel de mala muerte suele ser preferible a la estancia en el mejor hospital, este no era un caso distinto, cama incómoda, las sábanas tan frías como el cristal en invierno, y un montón de aparatos alrededor haciendo ruiditos; sin embargo, nada es capaz de minar la concentración profunda del inspector. Acurrucado, con la almohada entre las piernas se batía con su compañero de habitación en una terrible partida de ajedrez. Estaban tan inmersos en el juego que las enfermeras haciendo las pruebas de rutina, parecían no existir, como no existía nada más a su alrededor, tan sólo la partida... Encima de la mesa y para el ganador, nada más y nada menos que el postre de cinco días. No es que en los hospitales sirvan postres especialmente buenos ni nada de eso, pero después de tres semanas en el hospital comiendo y cenando... Hasta a un respetado inspector de la policía se le pasaba por la cabeza, aunque sea, robar el postre del vecino, o apostar para conseguirlo.
La cara, prácticamente envuelta por completo en vendas, no parecía suponer un obstáculo para el joven inspector, que desarrollaba la agilidad mental sobre el tablero con mucha soltura y acierto. La tensión de un gran final consumía al oponente, escayolado en las dos piernas, sentado justo enfrente. Avanza el tiempo y la partida, el inspector mueve su brazo sobre el tablero lentamente hasta colocar suavemente la mano derecha sobre el caballo blanco. Con un giro brusco de muñeca lo coloca amenazando al rey enemigo. El aire parece moverse alrededor del caballo, la muñeca del inspector sigue siendo rápida, tanto, que el rey cae casi de inmediato, tumbado sobre el tablero, sin que nadie lo toque. Los dos lo miran sorprendidos, estupefactos ante la casualidad.
Un hombre corpulento tras un ramo de flores inmenso, entra de golpe tanteando con una de las manos el espacio libre delante de él. Torpemente tropieza y cae de bruces sobre la cama... entre la cama y él... el inmenso ramo de flores completamente espachurrado...:-"Señor Mills, haría usted bien en tener más cuidado, ¿no cree?, esto es un hospital y no estamos para muchos trotes"- Habló con tono firme y serio el inspector a su compañero, el mismo que le llevó al hospital el día del ataque:-"Disculpe Señor"- Repite acalorado mientras aprieta las flores intentando recomponer el ramo, finalmente se da por vencido:-"Caso perdido, me he cargado la sorpresa".-En ese momento el inspector rompe a reír:-"Espero que este sea el último caso que pretenda perder usted, señor Mills. Y por otro lado, no se preocupe, la sorpresa nos la hemos llevado de igual modo."- ya en un tono más serio y frente a la ventana, recupera el imperativo que conlleva su cargo: -"Aparte las flores del medio y pongame al día del caso. Estos días están todos muy vagos en la comisaría, no hay más que leer el periódico..." |
posteado por david @ 11:52
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16/2/11 |
Crónicas de un sicario Cap II
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[...]-"La destrucción como único camino..."- Repetía entre las nieblas de la inconsciencia, ebrio de imágenes pasadas que como un río de aguas bravas desbordado, lo cubren todo. Había terminado de cobrar lo que le debía el viejo Pastor de la iglesia y se sentía mareado, lo suficiente como para retirarse a un lugar seguro. Una vez en casa, se había sentado en el sillón de siempre y padecía... simplemente las entrañas se revolvían estrangulando sus sueños.- "El menoscabo no sólo te ha alcanzado a ti"- pensaba en susurros- "está por todas partes, en las iglesias, en la policía, en los hospitales, la gente..."-Las rencillas propias de bandas armadas eran protagonizadas por cualquiera con motivos, los titulares de asesinatos rozaban lo convencional y ya no eran feudo exclusivo de algún demente. Los políticos sin escrúpulos, corruptos y consumidos por la oscuridad, conservaban sus cargos con la misma complacencia con la que miraban para otro lado, si no estaban metidos en las fechorías. "...Dispuestos a empeñarlo todo en la carrera por el poder... Dios, si somos tan efímeros..."
La marea de recuerdos vaporosos, géiser de infamias, negras cicatrices de heridas antaño sangrantes, pero que aún duelen, se apoderan lentamente de su cabeza empapada en sudor y fiebre:
Su juventud se le revelaba tan presente y viva... Las noches no parecían cesar de pasar ante sus ojos enfermos, encerrados. Un odio fulgurante y la oportunidad, le habían llevado aquella noche a fugarse de la institución de ayuda psiquiátrica del pueblo. Por aquel entonces estaba en manos de la Congregación Cristiana de los Ángeles, antes estuvo en manos de Fieles de San Rómulo de Fiésole, un grupo italiano que terminó sus días en una turbulenta cruzada judicial por su vinculación con un clan mafioso. La mayoría fueron extraditados y juzgados, la congregación se disolvió dejando el camino libre a otras que, sin dudarlo, aprovecharon la coyuntura. Tan sólo al pronunciar alguno de esos nombres, quizá casi con pensarlos, se inundaban los cielos de relámpagos y nubes centelleantes. Remolinos de energía que se asemejaban a las manos de Dios recorriendo el estrecho limbo que nos separa del paraíso.
Durante generaciones, en los pueblos de la frontera, donde la guerra se cobraba los más altos costes, los huérfanos desobedientes o problemáticos a menudo eran entregados a congregaciones religiosas de toda índole. Con la excusa de la caridad y la necesidad, familias sin recursos acudían sombrías, sacudidas por la tragedia... La mayoría eran bautizados de nuevo con nombres españoles o latinos, Americanos o Ingleses, incluso la mezcla de ambos... Entregados sin miramientos a las manos de Dios quien, al ser el padre de todos nosotros, también lo sería sin remedio de los desposeídos. Lo primero que aprendían es que el amor de los hombres y el amor de Dios arden por igual, hasta quemar el pecado, como su piel y sus mentes...-" El alma, que es eterna, sin embargo puede ser abrasada. El hombre, mortal e irrisorio, puede creerse el centro de todo y predicar que Dios se lo ha dicho." Recitaba frases, sentado en el sillón, cubierto con la manta helada de una luz fría que se colaba por la ventana.-" La sociedad de los abandonados abre sus brazos para mezclarse de una forma cívica con la sociedad resultante de los conflictos de turno."
Entre sobresaltos y aparentes convulsiones de remordimiento, la persecución de ideas continúa dentro de él. Los recuerdos fuertes y las sensaciones del pasado, hilos al viento invernal, cortan la carne de la voluntad inconsciente en el sillón, envenenados contaminan la sangre y la convierten en vapor incandescente. Un gemido se ahoga en frases susurradas:- "El mundo de los hombres apesta a desconsuelo e ilusión. La realidad siempre está más cerca del mito de lo que nadie podría suponer"... Los ojos de un diablo enredados en el amasijo de resplandores celestiales, intentando tocar con la vista los dedos de Dios; así se ve antaño, frente a la fachada de la institución, joven y erguido, sin miedo a nada, sólo a regresar. Figurante de cuadro tétrico sin duda, ensombrecido por la grandiosidad del universo en movimiento.
La barbarie desnuda en la mente de un loco, un caminante extraño, fugado y perseguido por los carceleros de un psiquiátrico, propiedad de alguien, nocturno y con las mismas caras que el destino. Las ideas vuelven a contemplar la revolución del sentimiento, el descontrol en la misma cabeza que calcula al detalle el devenir del entorno para someterlo. Sigue como un fantasma enfrente de su propia inestabilidad, aparentemente estoico y convulso hasta sudar. Pero no tiembla, se repite a si mismo: "El enemigo no huye por el miedo a caer, sino por la incertidumbre de no levantarse. Si el valiente avanza aún con ese pesar, entonces, sabrás que por encima de todo está buscando su destino."- Está lejos, joven y desprotegido en un mundo nuevo, oscuro y lleno de rabia...
De pronto, un viejo teléfono suena en el salón frío como la escasa luz y despierta a la triste figura, enferma regresa de golpe, en caída libre, sometido a la gravedad del mundo. Se levanta tembloroso y descuelga... |
posteado por david @ 2:41
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13/2/11 |
Crónicas de un sicario (20) Final del capítulo uno
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[...]Abre bruscamente la puerta del coche y arroja la maleta en el asiento de atrás, se sienta frente al volante y revisa su cara en el espejo. Sin gafas ni bigote, con la cara seca de siempre, profundiza por un momento en la oscuridad de sus pupilas... "Ese niño, ese niño... ¿soy yo? su cara aterrorizada, el miedo, la indefensión..." - Toma aire consternado, cierra fuertemente los ojos por un segundo mientras la conciencia aflora- "...Recuerdo correr descalzo, con la mirada acristalada de lágrimas, como la suya, ¿lo olvidará?..." - Un destello de luz que escapa al parasol desvela su ensoñación, un segundo de debilidad que lo aparta peligrosamente de la realidad, ¿un desliz?...
Con un trago de aire conciliador expira unas palabras de consuelo: "Sí, los niños son increíbles, si quiere sobrevivir aprenderá... "- De pronto, un fuerte golpe en el cristal. Cegado por los destellos del sol entorna los ojos para encontrar una respuesta, la sombra que se inclina sobre la ventanilla golpeándola de nuevo, esta vez con menos firmeza pero con insistencia, resulta ser conocida aunque no especialmente amigable. Irritado, intentando conservar las formas, baja el cristal. Un aire despreocupado, exhalado por la silueta y que recuerda al tabaco negro que sin duda fuma, penetra en el interior del coche: "Pensé que te ibas a quedar dormido, Paul"- dice la figura mientras aproxima la cara a la ventana y apoya el codo en el cristal a medio bajar. La vista enfocada por fin, le permite ver al hombre joven con el que se había citado. Como casi todos los jóvenes, no cuidan las formas ni cuando están haciendo negocios peligrosos. -"Quita el codo de mi maldita ventana, nadie te ha dicho que seamos amigos y deja el sobre en el asiento de atrás."- Casi de un salto, la misteriosa figura joven se cubre de nervios poniendo en evidencia su inexperiencia en estos temas:-" Tienen que estar todos, ¿entiendes?, todos y cada uno de los billetes que me debes por el Director de teatro loco y por el Gordinflón del tren." -Continúa en tono desagradable a lo que el joven responde resignado. -"De acuerdo, Paul, De acuerdo. Aquí lo tienes."-Cuela dos sobres bien gordos a duras penas por la rendija de la ventana trasera, las manos le tiemblan un poco. Una vez han caído dentro, la rendija se cierra rápidamente y la voz seca y grave de Paul resuena desde dentro del coche, seguida del rugido de arranque del motor- "Escucha Marcos, idiota, sé que fuiste a dejarle una carta a la viuda. Si me relacionan en algo contigo, no dudes que te mataré. Me dan igual los tratos que tengas con la mafia o si te crees que no me enteraré cuando pase. Vendré y te mataré, gratis."- La cara del joven latino parecía de blanco ceniza, con los ojos abiertos como platos. Toda la confianza y bravuconería que traía se habían estrellado de pleno con la realidad. Empequeñecido y seco, paralizado quedaba en la claridad del día según se alejaba el coche. Detrás una extraña columna de humo gris señalaba la dirección del viento...
¿Paul?... pero qué confianzas son esas, como me descuide me busca un lío, si no llego a tener que hacerlo de todas formas, seguro que no hubiese hecho tratos con él. Pero si tienes que hacer algo, por lo menos que te paguen por ello y, si puede ser, bien pagado... ¿Por qué sigo usando ese nombre? Odio los nombres de santos, es la última vez, Paul ... en fin, recojo el último pago y me doy una ducha. Maldita pimienta, ni cambiando de ropa...
Continua en: Crónicas de un sicario -Capítulo 2- La destrucción como único camino. |
posteado por david @ 12:41
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10/2/11 |
Crónicas de un sicario (19)
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[...] Una vez a salvo de las miradas indiscretas y de los matones del final del pasillo, dentro del sucio y estrecho servicio, miró a su alrededor y, a pesar de haber estudiado la situación y de haberlo ensayado tantas veces... seguían entrándole náuseas. Apenas cabía el espejo redondo en la pared, clavado y golpeado, tenía pinta de haber sido maldito varias veces por el hombre. Una luz solitaria parpadeaba anaranjada en el techo... Mira su reloj y, con la misma naturalidad que un hombre se levanta día tras día, arrastrando rutinas de trabajo, horarios insalvables y deberes ineludibles, se pone en marcha.
"Un fuerte estruendo marca el comienzo, una sacudida suave seguida de una fuerte, el tren se detiene. ¡Perfecto!..."- en el mismo orden exacto que sus pensamientos llegan a la lucidez, se van sucediendo los acontecimientos, uno tras otro, la precisión de un maestro o de un loco obsesionado, es igual, el resultado es el mismo. Abre la puerta ligeramente, el humo lo llena todo, gritos, pánico, gente rodando por el suelo:- "nada serio". Abre rápidamente el respiradero del servicio y sube hasta la parte exterior del vagón...
El intenso humo gris proviene justo del compartimento de El Gordo, los dos matones de la puerta tosen aturdidos mientras los que están dentro se arrastran hacia la puerta y la ventana para poder respirar. Uno ha caído asfixiado, El Gordo tose hasta babear e intenta llegar arrastrándose a sacar la cabeza por la ventanilla. Con gran esfuerzo lo consigue y toma del poco aire que deja pasar la nube de humo y que ya cubre casi todo el vagón.
Gritos aterradores recorren las estancias, más de susto que de dolor, y toses tan variadas, distintas y simultáneas que parecen un coro con todos sus integrantes, cantando exactamente la misma canción. Y de entre todos ellos sólo uno camina sobre el vagón humeante, escondido en la niebla artificial. De su sombra alargada resalta únicamente el brillo tímido de las gafas. La sombra se inclina sobre el foco de todo el desconcierto y comprueba que su víctima tose aturdida con medio cuerpo fuera del tren. "El humo de pimienta ha sido muy efectivo, las gafas gruesas y cerradas protegen mis ojos, mi bufanda larga y gruesa, mis vías respiratorias..." Mientras resume los pasos en su mente, se agarra con fuerza y velocidad a la cubierta del tren y descuelga suavemente sus piernas alrededor del inflamado cuello de El Gordo. La crueldad de sus ojos se tornó rojo sangre con la falta de aire. Los gritos ahogados y las mucosas tan irritadas que no duró vivo ni dos minutos. Su cuerpo grueso, atascado en la ventana de un tren regional, regalando billetes al viento que caían de un sobre mal guardado en la camisa. Tan triste y cómico, tan estúpido...
Por el mismo camino, ágil como un gato, regresa la sombra al vagón envenenado de pimienta, al nauseabundo servicio. Toma agua de la cisterna y moja la bufanda, justo después se la enrosca en la cabeza, tapando la cara y los ojos en parte. Al abrir la puerta descubre que todos los pasajeros están saliendo, apenas queda nadie en el vagón, bueno, los matones siguen empujando al Gordo por la ventana, pensando que sigue vivo... lo realmente triste es que no se den cuenta de que por ahí no cabe... Continúa hasta recoger su maletín, siguiendo la hilera de gente tosiendo y con los ojos llorosos, por fin la salida. Justo delante encuentra al niño pequeño con el que compartió un instante dentro, al que le dio el caramelo de fresa. Ahí está, llorando desconsolado mientras su madre lo tapa y lo arrastra lejos del tren. "En fin, será mejor que desaparezca, aún tengo que recoger parte de los pagos". Piensa al alejarse del tren en dirección opuesta a la madre y el niño, mezclándose entre la gente."¿No resulta estúpido tener que montar este teatro para estrangular a un tipo que se podría ahogar durmiendo?... malditas prisas, al menos no llegaste a llevar el mensaje, Gordo, simplemente este era tu destino..." |
posteado por david @ 11:05
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