Aquella tarde no diste una vuelta entera, como cuando jugábamos a bailar sin más música que el otoño; simplemente diste media y el aire giró contigo, tú fuiste hacia ti y él vino hacia mí. Cuando aquella hoja tocó el suelo, tuve la sensación de que el viento frío tomaba forma de desconsuelo y, como él, se colaba a través de mis ropas hasta llegar a mi vulnerable piel. Da igual cuantas precauciones tome, siempre encuentra un resquicio por el que continuar avanzando, como el agua sobre la roca, dándola forma. Desde aquel día, camino desnudo a donde quiera que voy, no merece la pena cubrirse ni tener vergüenza delante del universo. |