Me emocioné cuando vi aparecer aquella figura entre la bruma, tan significativa en sí misma. Hipnotizante, firme en mi mente y difusa a mis ojos, transparente al resto de mortales, pero para mí, tan evidente como la cera hirviente sobre la piel frágil. Un sol naciente acompañaba el contorno fácil a su espalda, y su silueta sinuosa parecía intentar atraparme usando su sombra sobre las bajas hierbas. Perplejo, mientras, como clavos sobre su pelo, sangraban mis pensamientos. Relajé las manos sobre mi boca y soplé su nombre, que sabía eterno, a flor que no empalaga pero sí atrapa. A entrega, complacencia y silencio. A pelea, discusión y encuentro.
Impasible, determinación y cruce. Avanza con aire delicado y seguro hacia el tumulto de pensamientos que deja el desconcierto, el punto de corte entre dos segmentos, mi relato enfermo y su visión sobre el cielo amaneciendo. Todo junto, el más cálido de los lechos. |