Una llamada me sobresaltó esa noche, no había ni un ruido en casa y el teléfono irrumpió con su sonido estridente en la atmósfera de tranquilidad que llevaba toda la tarde preparando. La llamada no era otra cosa que un aliento aterrador, sonaba como si alguien al otro lado intentase hablar y no pudiese, como si se estuviera ahogando en sus propias palabras. De pronto, el jadeo se alejó a un segundo plano y una voz grave y contundente dijo: o pagas, o lo mato. Rápidamente corrí a la comisaría para denunciar lo que me había pasado. Me senté en una silla dura y fría como el mismo suelo, sucia como debía ser la conciencia de aquella voz aterradora. Se me acercó un agente que se sentó al otro lado de la mesa con aire despreocupado y me dijo, sin yo mediar palabra: entonces, ¿vienes a pagar?
.......................................... este escrito es una ficción, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad. |