No perderé en las parábolas del sentimiento el más preciado de los tesoros, ni me dejaré arrastrar por lo incondicional de mis pensamientos. Recio, Aferrado al último trozo de tierra libre, donde sea, será de nadie... Como de nadie me siento y no siento a nadie mío, caminaré junto a la respiración inequívoca del paisaje, declarando en voz alta los ideales que me llevan hasta el punto sin retorno, dejando caer el agua de mis ojos sobre tus zapatos...y si me apuras, lloraré también cuando me ría, pues siempre duele sentir el pasar de la vida...
En un tiempo futuro, cuando se olvide el sonar de espadas y sólo se crucen en el aire las palabras, lloraré sin duda, apartaré de mi cuerpo otra muda, frotando entre ramas ásperas y con puntas, dejando entrever que el tesoro que mejor guardo, no se encuentra, porque no existe un lugar donde esconderlo. En silencio nosotros mismos caminamos, tomando el cielo como suelo, pensando que el lugar donde nos apoyamos es buen sustento. Tragedia que te conduce a la cámara de los secretos, aquellos que se guardan y que nos dicen terriblemente quiénes somos y por qué caminamos.
Trozos de carne que necesitan carne humana para no sentirse cosas. Objetos secos de esencia, con forma de carne que se apegan a personas para no sentirse carne seca. Personas deseando ser cosas, objetos con forma de carne, sin esencia, opacos ante la luz que les brinda un cielo despejado, sinceros sólo en su fuero interno, transparentes ante un espejo de pizarra, indomables paseantes del flagelo y la condena, remordimientos adulterados por el deseo de ser, o dejar de ser.
Lloraré entonces por el desaire, y el destierro que me ofrece el presente, palpando un futuro con carne pero sin esencia, alma perdida entre soledades de mentira, silencio, complaciencia, ostracismo y deficiencia, silenciando el oleaje que fuerte golpea la burbuja que te contiene. |