[...] La puerta aún permanecía cerrada, la actuación había sido realmente emotiva y hasta el acomodador estaba fuera de sí. Se había levantado de la incómoda silla al lado de la puerta y lagrimeaba absorto comentando los pasajes más interesantes con los espectadores más cercanos. Apenas la mano criminal fue a tocar el pomo y el hombre volvió en sí girándose bruscamente a la vez que decía "aún no se puede salir, señor". Rápidamente, el gesto impenetrable se torno exageradamente trágico y demencial "¡Por favor, necesito tomar aire, han sido demasiadas emociones!". El acomodador cambió su gesto serio de inmediato, como si dentro de él hubiera saltado un resorte. "¡claro, caballero! la verdad es que ha sido una interpretación de la protagonista que muy pocos podrán igualar". De pronto, algo llama la atención del distraído empleado que termina con la conversación abriendo la puerta casi sin mirar. Una mujer grita manchada de sangre, la esposa del ajusticiado revela el crimen ante todos solicitando auxilio desesperada. Una oportunidad de oro, dadas las circunstancias. La puerta, el vestíbulo y luego la calle... (una sombra sale casi imperceptible y se pierde tras el golpe seco y mudo del cierre) |