[...] Se encienden los aplausos como las luces, la escena ha terminado llenando de lágrimas casi todas las mejillas de la sala. El salón parece retumbar hasta desmoronarse, cuando la excitación desatranca el embudo de protocolo en la corriente humanista que desborda la sala... La gente está en pie, obnubilada con el palpitar de su propio corazón y la emoción que provoca la masificación del sentimiento entre sus congéneres. Mientras, entre la estampida de manos chocando, uno de los rostros impasibles escondido entre la multitud, seca con un pañuelo su frente y aún aguarda sentado con la mirada seria... una mano furtiva arroja sus intenciones bajo la pequeña mesa del auditorio. Fugaz como el vuelo de un halcón da caza a su presa, indefensa ante el poderío letal de un disparo que se pierde en el teatro...
Continuará.... |