miles de millones y sus relojes cientos de miles con sus coches
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decenas de centenares y sus ideales unidades sueltas de cada decena se abren
como las flores, ¡qué los niños hablen! y escuchen jugar y vean amar
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siguen a montones y sus contadores vientos cenicientos con sus reproches
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pianos y manos que silban al tocar melodías y besos que saben
del espacio lo infinito y del tiempo lo bonito
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el final de todo nunca llega porque nada termina a la vez
la pureza del agua, el comienzo, queda de residuos contaminada
por quien promulgó el Todo sobre todas las cosas
aunque estemos a partes no se aparten y sangren conmigo, amen...
sin comprender que, de todos, somos los que menos ayudamos al Todo. |