Hago un alto en el firme pulso que llevan mis pasos y, levantando el pescuezo como si necesitase respirar bajo el agua, apunto de ahogarme. Cierro los ojos y dejo que se dibuje mi contorno con el paisaje coronado de vientos, de imágenes y recuerdos, de sucesos... los mismos que mueven las plantas, las mismas que prometen el fin de la guerra. Pitas y palmitos bailan en el devenir de la luna, a bocanadas de tierra, soplos de polvo y cielo, el mismo que enfrió este mar de roca líquida, seco, árido y espléndido. |