He creído muchas veces en fantasmas etéreos, inventos que ahora siento como el fuego, luciérnagas al apretar los ojos cerrados y que permanecen como caminos extraños.
He querido, muchas veces no, todas. Satisfacción y locura, desengaño y desmesura, vacío y vueltas a la ternura, sin aires, entre fuertes tragos de arroz fermentado, salpicando el cerebro de lugares de magia y encanto.
Pero ya no creo, ni quiero creer, sin embargo sueño. Pero ya no quiero, ni me dejo querer, pero miro al cielo y, entre nubes diferentes, busco y encuentro destellos que sellan mi mundo y me seducen con juegos. |