Pálpitos como tambores, anuncio y trompeta, Entre fogosos violines se desatan las furias Acercándose con los ojos fijos y calientes, Vivos, llenos de amor y rabia acaramelada:
-Ven, y alejate, pero no te vayas, o también Sentiré el golpe de calor de tus labios irse, Irresistible suma de incontrolables átomos, Consumibles todos por el calor de tu arrojo.
Sí, aún se me encogen las frías venas Y se me estrecha la frente y las cejas, Solitaria y vieja, pálida, fea y enferma. Tembloroso entre lágrimas secas.
Y tú, fogoso ímpetu arrollador y desenmascarador De secretos indesvelables, calientes, hirientes, de soñador. Tú, a quien señalo con el dedo acusador de mi corazón Mientras te desvaneces como niebla entre mis brazos.
Te respiro; como gas letal se me insinúa el destino Y, resulta que creo en lo que nunca creí. Noto, siento el morir.
Vientos huracanados dan vida a trombones en desenfreno, Presentes, fuertes, candentes y llenos de magnetismo eterno. Como entreteniendo al tiempo, deteniendo la caída en el abismo. Entumecimiento, perplejidad y olvido de cada uno de los sentidos:
-No oses apuntar con tu dedo, aunque del corazón este pleno Y no sea bala sino alma, lo que saldrá por su extremo. Ve y alejate, despacio y mirándome, que note que me sigues. Mirame, en espinas de piel y hueso, armadura de mente y cuerpo, Y muerdo con mis labios de sangre, ¿sientes como te araña el aire?.
Y a mí me engaña la insidia y se inspira sobre todas tus miradas. Rencor y pasión, noches de papel rojo, charol y lazos de palabras; Cadenas de ideas, alfarero de esencia y magia esperpéntica, Odioso y tierno, excesivo y amigo, sincero, tú mismo.
No, desvelo incansable, vete, o dejame irme y vivirme, Amar o querer no son opción si tus manos dudan y tiemblan. Mis labios piensan que ya no son besos de amor desesperado y sublime, Ya no es calor amante, sino agua hirviente sobre la sincera piel.
Y saboreo tu tacto; como polvo incandescente de estrellas, Y me voy por no quedarme y siento, de este hecho, de menos por no amarte. |