Para siempre he guardado, para mí, fragmentos de esencia, Un arcón lleno de imágenes de cuerpos desnudos abrazándose, Todos amantes del segundo y el instante, punzante en la histeria, Mezclada la sensación y la ausencia, sea del tiempo su pose.
Una arruga en mi joven mano, otra de expresión en mi cara, Ambas, amantes celosas del viento inspirador de sastres, Orugas de seda que trepan y en ramas de hoja caducas se amparan.
¿Y mis raíces cubiertas de piel y venas?, ¿Siguen aferradas a la tierra fértil? Cuentos de origen que tocan las teclas de un viejo piano, desafinado, Y, con el desatino de la inexperiencia sin suerte, bailan como hilos al cielo.
La cancela que antaño golpeara, al fin calla su extraño canto. El ritmo monótono en el patio se pierde a lo lejos, junto a mis pasos. Dirigida por el viento inspirador de sabores y halagos, se desvanecen, Y recrean las risas de niños corriendo por imágenes pensadas adrede. |