... y allí desplegó su sonrisa, en medio de la tempestad, para llenarla de viento y, así, poder sacar el barco del arrecife. No hubo más opción que sacar las picas y los remos para empujar, se tensan los músculos y se hace palanca, ímpetu y persistencia mientras se deshinchan los pulmones, húmedos de negro humo. Empequeñecen los pensamientos, se sinceran con el pasado, se deshacen entre mares de tardes pasadas, entre chimeneas y té caliente. Aburridas palabras, sin ton, sin son, sin nada... Nada anima al remero a remar, sólo sus ilusiones y el miedo al látigo... Una voz arremte contra el estruendo de la tormenta, aferrado a dos amarres con las manos desnudas:
-Pues, ¡navega, barco enmohecido, con o sin velas.!...¡Remad almas de caridad, empujad picas de aguante, no permitais que las rocas frenen vuestro avance!. Afiladas serán siempre como traicionera la profundidad, quizá mañana no seremos más que comida para la mar!. Pero hoy, ¡hoy no somos más que sueños con los dientes apretados, huracánes malditos y tormentas como la que ahora nos ahoga, eso somos!
¡nuestras raíces: Los vientos! ¡nuestro espiritu: el tiempo! ¡nuestro destino: el abismo!
¡Remad, apretar los dientes, no hay herida más grande que la vida, tanto como el mar infinito en profundidad, extension y diversidad, ese es nuestro destino, el fin en sí mismo, ser acogidos tarde o temprano por el mismo remolino! |